miércoles, 18 de octubre de 2017

¿De quién dependo?...

Estos días en el comedor se está leyendo un libro de Henri J. M. Nouwen, Mi diario en la abadía Genesee,


Este hombre experimentó la vida monástica y entre sus experiencias hay una que
os quiero compartir.

 Él sentía que su corazón estaba deseoso de buscar amistades, por eso escribía cartas, llamaba... pero, llegó a una conclusión. Cuando se deja entrar a Dios en la soledad del corazón, cuando se experimente que uno es amado mucho más profundamente de lo que pueda imaginar, sólo entonces se podrá dar y recibir verdaderamente amistad. Cuando se pueda decir con Pablo: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí", entonces ya no se necesitará depender de la atención de los otros para tener conciencia de sí mismo. Porque entonces se comprenderá que la verdadera identidad es la que se recibe por gracia de Dios y que hace ser partícipe de la vida divina del propio Dios.

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